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Aprovechando la ocasión del día mundial del libro, el pasado 23 de abril y del aniversario de 400 años de la muerte de Cervantes y Shakespeare, he aquí un texto sobre los beneficios de la lectura.
Hoy en día están
de moda las dietas detox, que prometen eliminar las toxinas de nuestro
organismo mediante sabrosos brebajes como un revitalizante zumo de espinacas,
alcachofas y apio… hummmm ¿A que se te
hace agua la boca?
Bromitas aparte,
no estoy aquí para proponer ninguna dieta detox, incluso porque no entiendo de
ese asunto y tampoco soy un ejemplo de alimentación saludable. Afortunadamente me
gustan mucho la verdura y la fruta, pero prefiero consumirlas de la manera tradicional,
clavándoles los dientes y haciéndolas crujir, al estilo roedor.
Mi intención es
proponer una «lectura detox» (¿a que suena bien?). No sé en cuanto a ustedes, lo
digo por mí, cuando llevo una marcha muy acelerada con muchas traducciones con un
plazo muy estricto y que requieren mucha investigación de vocabulario
especializado, llega un momento que sufro una especie de intoxicación de
información, el disco duro se me llena y tengo que hacer una pausa para recargar
las pilas y despejar la mente.
En esos momentos
cada uno tiene sus propios procedimientos para restablecer su sistema operativo;
a mí, una de las cosas que me surte efecto es leer.
Leer es una
actividad introspectiva que nos permite desconectar de la realidad, viajar a
otras dimensiones, ponernos en la piel de otras personas, conocer otras
culturas, otras épocas, soñar… La lectura es también un ejercicio de reflexión
acerca del funcionamiento de la lengua, nos permite conocer técnicas y efectos narrativos,
la combinación de las palabras, el lenguaje figurado, los aspectos textuales, la
intertextualidad (el diálogo con otros textos y con el contexto histórico), además
de enriquecer nuestro vocabulario y mejorar nuestra escritura.