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quarta-feira, 10 de fevereiro de 2016

Ejercicio para fijación de nuevo vocabulario

En la entrada anterior publiqué un ejercicio para la ampliación de vocabulario. Quizás no haya dejado muy claro el propósito del ejercicio ni a quién estaba dirigido. El propósito del ejercicio era el de ampliar el repertorio de adjetivos, buscando el empleo de adjetivos más rebuscado y específicos, generalmente encontrados en textos literarios. Así, el perfil de destinatario que había ideado para este ejercicio es el de traductor de textos no técnicos y no el de aprendiz de español como lengua extranjera.

Pero creo que para internalizar mejor el nuevo vocabulario no basta con relacionar una columna de vocablos con sus respectivos significados, creo que eso tiene un resultado muy efímero. Entonces, para fijar mejor los vocablos del ejercicio anterior, propongo un ejercicio de producción: una escritura creativa. Tenemos la lista de adjetivos. Ahora solo falta poner la imaginación en marcha e imaginar personajes, objetos y situaciones que se merezcan esos adjetivos. No hace falta utilizar todos los adjetivos de la lista, lo más importante es apropiarse de ellos, es decir, lograr internalizar sus significados, para que la próxima vez que nos los encontremos por delante, no tengamos que recorrer al diccionario.

Recordemos la lista de adjetivos: rubicundo, misántropo, lóbrego, deletéreo, lampiño, paulatino, inepto, apenado, proxeneta, atiborrado, chovinista, indemne, mefistofélico, efímero, indulgente, misógino, mojigato, altruista, vehemente, inefable. Elige los que prefieras y ¡manos a la obra! 

Y cómo la palabra convence pero el ejemplo arrastra, os dejo aquí mi ejercicio de escritura creativa. Espero que os guste:


Nicolás era un escritor que reunía las principales características de un ermitaño: era misántropo e introspectivo. No se sabe si de ahí se originó su inclinación a la literatura o viceversa. Lo cierto es que además de ermitaño también era misógino. Su aversión a las mujeres emergió en la universidad, debido a su calidad de lampiño; es decir, Nicolás no contaba con ni un solo miserable pelo de barba, tenía la cara tan lisa como el culete de un bebé. De ahí que las compañeras lo apodaran ‘bebé’. Lo que para ellas no pasaba de una broma indemne, para él se convirtió en una burla abominable. Llegó al punto de comprarse una barba postiza, pero con tan mala pata que, en su primera excursión nocturna como barbudo, al sentarse en la barra de un bar, no se dio cuenta de que la barba se le despegaba mientras tomaba su cerveza y que las chicas de la otra mesa se partían de la risa.

Apenado por su lastimosa situación, Scott, que tenía un alma altruista y que se encontraba a algunos metros de la barra, se acercó a Nicolás y se sentó a su lado. Scott era un tipo rubicundo, casi pelirrojo, con abundante barba rojiza, generosas cejas y brazos atiborrados de pelos que recordaban un cultivo de trigo. Migrante escocés, bonachón y extrovertido, pronto se ganó su confianza y encontró una manera amigable de advertirle del accidente con la barba. Nicolás se puso rojo como un tomate maduro, pero el inefable sentimiento de vergüenza dio lugar a un ataque de risa y de ese episodio inusitado nació una gran amistad.

¿A que no tiene pinta de bonachón?
Al final, Scott se convirtió en su agente literario, ya que su carácter vehemente era mucho más convincente al negociar valores y plazos con los mefistofélicos editores que no sentían el mínimo pudor en sacar provecho del caracter impasible de Nicolás. El único defecto de Scott era su actitud chovinista, aprovechaba cualquier oportunidad para vanagloriar las cualidades gaélicas en detrimento de la tierra que lo había acogido —no con mucha fraternidad—, dígase de paso, pero sí es cierto que hasta ahora la migración no le había metido una patada en el trasero.

Lastimosamente Scott se sentía como un pez fuera del agua, o como un escocés fuera de Escocia, y ese sentimiento deletéreo se apoderó de él de tal manera que… ֵ

¡Y colorín colorado este cuento se ha acabado!

P.S.: recordad que se trata de un ejercicio práctico, no hace falta escribir una novela ;-)

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