Favela da Rocinha, en Río de Janeiro, la mayor favela de Brasil |
Originalmente la palabra favela surgió para nombrar un arbusto típico del “sertão nordestino”. En Brasil, el sertão es una vasta región geográfica del Nordeste Brasileño castigada por la seca y que incluye partes de los estados de Sergipe, Alagoas, Bahia, Pernambuco, Paraíba, Rio Grande do Norte, Ceará y Piauí. Durante la Guerra de Canudos (1896), conflicto entre el ejército brasileño y los integrantes de un movimiento popular de contenido socioreligioso liderado por Antonio Conselheiro que tuvo lugar en la entonces comunidad de Canudos, en el interior del estado de Bahía, había un cerro cubierto por esta planta que sirvió como base para los soldados de la República.
Con el fin del conflicto, se comenzó a usar esa palabra en Río de Janeiro, para designar el lugar donde los soldados se establecían al regresar de la campaña de Canudos. Lo que sucedió fue que los excombatientes, la mayoría negros, dejaron de recibir su sueldo y se instalaron provisoriamente en los cerros de la ciudad. A partir de entonces, comenzaron a llamar favela al cerro en referencia al Morro da Favela de Canudos, luego el nombre se difundió del Río de Janeiro al resto del país.
La palabra “favela” es un brasilerismo que refleja la gran desigualdad de los grandes centros urbanos brasileños, se refiere a un conjunto de viviendas populares precariamente construidas generalmente en cerros y con escasos recursos higiénicos, además esa palabra está relacionada a uno de los mayores clásicos de la literatura brasileña: “Os sertões”.
Publicada en 1902, la novela de Euclides da Cunha acerca de la guerra de Canudos, describe la región del sertão baiano y explica el origen del nombre del cerro. Según el autor, el nombre se debía a una planta común por allí, las favelas, “anónimas aún en la ciencia – ignoradas por los sabios, muy conocidas por los habitantes de la región…”.
Euclides se refería a la Jatropha phyllacantha, también conocida como faveleira y mandioca-brava (yuca-brava), de nombre formado probablemente como diminutivo de fava. Pero el papel del origen botánico de la palabra en esa historia se termina ahí. Sucede que el morro da Favela, tenía posición estratégica, y fue donde acamparon las tropas federales enviadas para acabar con la rebelión.
El etimologista Antenor Nascentes afirmó que, al volver al Río de Janeiro, “los veteranos de la campaña pidieron permiso al ministerio de la Guerra para construir casas para sus familias en el cerro de la Providencia. De ahí en adelante, el cerro, ya sea como recuerdo de la campaña, o por alguna semejanza de aspecto o por estar elevado en relación a la ciudad, como el de Canudos, comenzó a llamarse Favela, nombre que se volvió nacional”.
El diccionario Houaiss, afirma que el primer registro escrito de la nueva acepción, aún como nombre propio, apareció en la revista semanal carioca “Careta” en 1909. Desde entonces, el término se convirtió en un sustantivo común y –como las propias favelas– comenzó a ocupar cada vez más espacio en el paisaje cultural del país. Hace algunas décadas era usual encontrar en los diccionarios definiciones abiertamente prejuiciosas que se referían a un “sitio en que viven marginales”. Hoy la acepción propiamente peyorativa se limita al uso figurado del término, a veces empleado con el sentido de “lugar de malo aspecto; situación que se considera desagradable o desorganizada” (Houaiss).
La palabra equivalente argentina de favela, villa, también tuvo un libro en su origen. La semejanza parcial de la grafía es pura coincidencia: villa es una palabra clásica del español (en portugués, “villa”). Según cuentan José Gobello y Marcelo H. Oliveri en su Nuevíssimo dicionario lunfardo, el vocablo se convirtió en sinónimo de favela como forma reducida de villa miseria, expresión creada por el escritor Bernardo Verbitsky en su novela “Villa Miseria también es América”, de 1955.
El diccionario de la RAE registra Favela como término del portugués brasileño y señala como equivalentes en español las palabras chabola o barraca.
Según los datos oficiales del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), recogidos durante el Censo de 2010, cerca de 11,4 millones de personas (6% de la población brasileña) vivían en aglomerados. El IBGE identificó 6.329 favelas en todo el país, ubicadas en 323 de los 5.565 municipios brasileños.
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